El dolor de la memoria by Susana de Murga

El dolor de la memoria by Susana de Murga

autor:Susana de Murga
La lengua: spa
Format: epub
editor: HarperCollins Mexico
publicado: 2023-02-16T00:00:00+00:00


Los montes amanecen envueltos en la misma neblina lechosa de la noche anterior. A Mariano lo despierta la sensación de que unas manos heladas le tocan la cara. Por un segundo considera que pueden ser las del guardia con el tatuaje en el cuello. Exhala cuando lo ve sentado lejos de él. Se frota las palmas para calentarlas, se las lleva a la boca y las entibia con el vaho. Tras la densidad podría aparecer cualquier cosa, desde el Frankenstein de sus pesadillas infantiles hasta otros hombres armados para salvarlo o matarlo. Roberto aún duerme.

La bruma parece tener un efecto paralizante, como si adormeciera la vegetación e invadiera los pulmones. Apenas se distingue la figura del Soldado hablando alternadamente por el teléfono y por los radiotransmisores.

El Tanque, el Chavetas y los dos tatuados se ponen de pie al primer llamado del Soldado y lo rodean a la espera de indicaciones.

El Tanque se aproxima a los rehenes.

—Ahora sí les tengo buenas noticias. Ya pagaron por ustedes. Hoy en la tarde se van.

Roberto se abraza a su amigo.

—¿Nos vamos juntos? —pregunta Mariano con los ojos luminosos incluso entre la bruma.

—Ey, creo que sus jefes se pusieron de acuerdo.

Mariano imagina a su padre saliendo de la niebla con la mano tendida para rescatarlo. Se instala una sonrisa en sus labios. No siempre los ambientes tenebrosos traen malos augurios.

Animados, los amigos hacen planes, imaginan sus respectivos recibimientos. Roberto sueña con el chorro caliente de la regadera, con afeitarse, usar loción y vestirse con ropa seca. Anticipa el calor de una de sus chamarras afelpadas o el de la azul forrada de borrego. También quiere abrazar a la novia, olvidarse de los pies heridos y comer dos platos seguidos del caldo de camarón que cocina su abuela. Se le hace agua la boca cuando recuerda el sabor salado y picante. Dice que ya se imagina una mañana entera en su baño, el olor a jabón, un par de calcetines y un domingo de festejo familiar para después disfrutar de un reencuentro inolvidable con su chava. Los dos solos en un hotel de lujo, tras tanta penuria se lo merecen.

Mariano no alcanza a verse de nuevo en su recámara, menos aún en la universidad siendo presa de un interminable interrogatorio sobre su ausencia. Su mente se detiene en el hall de su casa, ahí lo reciben sus padres con un abrazo largo. En cuanto lo sueltan, el vestíbulo se convierte en el del departamento de su infancia, al que llegó a los nueve años sin poder hablar.

—Suertudo, a mí no me espera ninguna mujer —dice para salir del pensamiento.

—Bueno, rápido te consigues una. Ya es justo, ¿no? —contesta Roberto.

Mariano finge una risa cómplice pero lo invade una inmensa sensación de soledad.

—De perdida un buen tequila y un filete del tamaño de media vaca.

—También. Agasajo completo —responde el amigo.

Las voces del Chavetas y el Soldado los interrumpen. Uno insiste en pedir permiso para ausentarse, la cabeza del jefe niega mientras responde “No, no y no”. El Chavetas aprieta el arma con ambas manos y acelera el paso.



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